viernes, 15 de octubre de 2010

Turismo, pollera y cultura

La majestad de un pueblo, indistintamente de su prodigalidad, se manifiesta en sus museos y monumentos en las zonas de principal afluencia. A raíz de nuestra inexplicable pasividad colectiva y la obligación de exponer a propios y extraños un sitial excepcional para el atavío nacional de mayor prestigio en el orbe, nuestra pollera, surgió dentro de la Comisión de Turismo de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresas la visión de crear una delegación encargada de darle seguimiento e implementación a este trascendental proyecto. 

¿Cuáles son los sitios de mayor concurrencia por los turistas? En primer lugar, aquel culturalmente estéril y enjuto aeródromo, Tocumen, donde anualmente más de cinco millones de almas se agitan por sus pasillos contemplando la oferta de todo tipo de chucherías, ninguna de las cuales tiene que ver con nuestra nacionalidad, folclor y la singular y riquísima historia geológica istmeña, que será ampliamente puntualizada en el BioMuseo de Gehry en la Calzada de Amador, y que nos ubica como la matriz del homo sapiens.

Tocumen refleja tristes prioridades por una sed de mercantilismo y una sombría indiferencia en mostrar lo que nos destaca como país. Allí debería exponerse en un céntrico tabernáculo nuestra pollera. Y por doquier en la terminal, muestras de las cualidades que nos destacan como destino: el café de nuestras tierras altas, por séptimo año consecutivo, número uno del mundo; la esplendorosa flora y fauna, descrita por el diario New York Times como un “escarmiento de naturaleza” y que destaca la mayor variedad de especies de aves e hitos de pesca fuera de borda en el universo. Podría continuar con un sinfín de pautas que inviten a los pasajeros transeúntes, casi cuatro millones, a relamerse con deseos de regresar e intimar con esta bella tierra. A falta de espacio, así lo haré en un futuro escrito.

Ya imbuidos en el istmo, la plaza de mayor concurrencia por los turistas es el Centro de Visitantes de Miraflores, monumento que manifiesta en su administración la eficiencia anglosajona heredada por la Autoridad del Canal de Panamá, pero también su frialdad y extravío cultural. Allí también, como le argüí recientemente a su administradora, deben resplandecer nuestra pollera y otros símbolos de nuestro panameñismo. 

El Museo de la Pollera Panameña estará ubicado en la cuna del folclor, la ciudad de Las Tablas, adhiriendo a nuestra visión de un país que erróneamente hace alarde de la capital como su foco y el interior como su anexo, cuando debería ser exactamente lo opuesto. La posición estratégica del museo servirá para efectivamente atraer a los visitantes durante todo el año. 

El proyecto será administrado por un patronato que refleje su personalidad como fundación privada. Para la edificación de su sede hemos solicitado la colaboración del insigne arquitecto Gilles Saint Gilles, promotor del proyecto de mayor visión en la región (ver www.azueros.com) para complementar la grandeza del sitio con la arquitectura azuerense y su particular estilo. 

El museo servirá no solamente como un sitio de exposición del folclor nacional sino también sus diversas salas plantearán variadas propuestas, como una escuela para los estudiosos de la orfebrería y elaboración de la pollera, la fecunda historia regional, la vivaz música folclórica, nuestros múltiples bailes típicos y un centro de ventas digno de su renombre. En ese sentido será un importantísimo polo de atractivo turístico cultural que hace, a gritos, falta en el área. 

Al igual que el BioMuseo de Gehry, los retos son enormes. La captación de fondos requerirá de una tarea titánica por lograr un memorable museo de primera línea, muy diferente a lo que estamos acostumbrados. La colaboración del Estado, no su intromisión, es evidentemente necesaria. Y en esta misión debemos brindar nuestro desinteresado y entusiasta granito de arena para el logro de un intachable paraje que todos los panameños nos sintamos orgullosos de visitar y exponer como escala obligatoria al estudiantado y al creciente número de turistas que nos realzan con sus visitas. 

Nos honra presidir esta Comisión en la cual pretendemos aglutinar los mayores eruditos del folclor nacional y todos aquellos peritos que deseen brindar corazón y pasión a esta noble tarea que engrandece la patria. Esperamos que los frutos de este afán sean excepcionalmente deleitables al alma de nuestra estirpe y que rindan el merecido tributo a nuestra campiña, su excepcional personalidad y su asombrosa gente. 

Jaime Figueroa Navarro
Presidente 
Comisión de Turismo
Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresas 
 
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Este artículo se publicó el  29  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.